Está próxima la celebración del 1º. de mayo, una fecha que ha llegado a ser, quizá, la más universal en la historia de los últimos dos siglos.
Un acontecimiento particular, pero de enorme proyección histórica, le dio origen a la celebración internacional del 1º. de mayo como el Día Internacional de la Clase Trabajadora.
Entre el 1º. y el 4º. de mayo de 1886 sucedieron varios paros y huelgas en diferentes ciudades de los Estados Unidos, convocados por los obreros organizados en la FEDERACIÓN AMERICANA DEL TRABAJO. Su principal demanda era la reducción de la jornada laboral de 11 o 12 horas diarias, a una de 8 horas en las fábricas, los ferrocarriles y otros centros de trabajo. Esa jornada se había establecido desde 1868 en diferentes dependencias estatales y públicas estadounidenses pero las grandes empresas industriales y ferrocarrileras habían logrado evadir esa demanda que para entonces ya tenía carácter internacional.
El epicentro de aquel magno movimiento fue la ciudad de Chicago, una de las más desarrolladas de Estados Unidos durante el apogeo de la SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. La primera había ocurrido a principios del siglo XIX en los principales centros urbanos y fabriles de Inglaterra.
El 1º. de mayo de 1886, 200.000 trabajadores se declararon en huelga en todo el país exigiendo la jornada de 8 horas. En Chicago las manifestaciones también se prolongaron los días siguientes. La represión policíaca y la indignación de los miles de obreros con aquellos trabajadores que sirvieron de rompehuelgas, llevaron a algunos enfrentamientos con el saldo de varios muertos y heridos.
El clímax se dio la noche del 4 de mayo, cuando, en el marco de un mitin en la Plaza Haymarket, estalló, anónimamente, una bomba que le cobró la vida a algunos policías, dejó varias decenas de trabajadores heridos y otros centenares encarcelados. La respuesta del Estado y los patronos fue una represión brutal, lo cual terminó con un juicio de dudosa transparencia y la condena de ocho líderes del movimiento de aquel 1º. de mayo, cinco de ellos sentenciados a la pena de muerte. Finalmente, el 11 de noviembre de 1887 fueron colgados cuatro de ellos. El quinto se suicidó el día anterior. Así concluyó el cruel destino de los llamados desde entonces MÁRTIRES DE CHICAGO.
El ejemplo de aquellos mártires, desde entonces, se manifiesta anualmente en las principales ciudades del mundo. En Costa Rica, desde hace 113 años lo hemos celebrado, con escasas excepciones. La guerra civil de 1948 fue una de ellas, por razones obvias.
Desde siempre, los sindicatos y otras organizaciones de la clase trabajadora han estado a la cabeza de esta histórica celebración.
Los cambios que se han suscitado desde entonces en el modelo de desarrollo de los diferentes países y regiones se han venido reflejando también, de una u otra forma, en las demandas que se levantan cada 1º de mayo, convirtiéndose así esta fecha en un valioso registro histórico de las congojas y sufrimientos de la clase trabajadora en el mundo.
La celebración de este próximo 1º. de mayo en Costa Rica deberá recuperar el espíritu de nuestros primeros de mayo de la década del cuarenta. Porque hay que defender con perseverancia y valentía la jornada laboral de 8 horas, el derecho a salarios dignos que permitan atender las necesidades más apremiantes de los menos favorecidos, el derecho al paro y a la huelga para ser escuchadas, cuando no haya otra alternativa, las demandas laborales con el respeto que merece la clase trabajadora y sin distingos entre la empresa privada y las dependencias del Estado.
En el 80 aniversario de la incorporación a la Constitución Política de las GARANTÍAS SOCIALES y el CÓDIGO DE TRABAJO, debemos estar conscientes de que algunas de esas conquistas están hoy a punto de desaparecer. Ese es el resultado del irrespeto a nuestra trayectoria democrática por parte de los últimos gobiernos, que le han fallado a la clase trabajadora y a los sectores medios profesionales e intelectuales de este país, pilares en la construcción de una Costa Rica más abierta y democrática. Esos gobiernos han priorizado las exigencias del capital internacional y han abandonado a la gran mayoría de costarricenses que con su esfuerzo construyen cada día el futuro del país.
Hoy día, Costa Rica es un país donde los sindicatos públicos no tienen derecho a la huelga porque se ha ilegalizado esta conquista y no pueden negociar mejoras salariales por medio de los instrumentos que ofrece nuestra legislación laboral porque el salario global que impone la LEY DE EMPLEO PÚBLICO lo impide. Y en los sectores de la empresa privada la violación de tales derechos es aún mayor.
Todo lo anterior se agrava aún más en la actualidad, cuando los destinos del país están en manos de un tecnócrata de medio ver, ignorante confeso de lo que es el manejo de lo político y con escasa memoria de las particularidades de la democracia costarricense, todo lo cual sumado, le ha impedido integrar un equipo de gobierno con más creatividad, dignidad y personalidad.
¡COMANDANTE RODRIGO, ORDENE! Esa es hoy día la consigna que deben repetir los subalternos de la Casa Presidencial.
Por eso, instamos a marchar a los y las costarricenses este 1o. de mayo, con la convicción de que a todos los trabajadores y empleados, hombres y mujeres, la historia de este país nos otorga la razón.
Profesora Marielos Aguilar